Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En todo el mundo, alrededor de 16 millones de niñas y adolescentes dan a luz cada año. La cifra es alarmante y el panorama de nuestra región no es mejor. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), América Latina y el Caribe “es la única región en el mundo con una tendencia ascendente en el número de nacimientos entre las niñas menores de 15 años”.
Y Colombia no es ajena a ese contexto. Aunque desde 2015 el país ha disminuido los embarazos de jóvenes entre 15 y 19 años, en las niñas entre 10 y 14 se presenta el caso contrario. De los 111.548 nacimientos en niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años que se registraron en 2021 en el país, 4.732 fueron de niñas menores de 15 años, un incremento del 10 % en relación con 2020, cuando el DANE registró 4.301 nacimientos.
“Este aumento debe llamar la atención de las autoridades para incrementar los esfuerzos encaminados a prevenir el embarazo en niñas y adolescentes, y especialmente para construir y evaluar una política pública que proteja a las niñas de la violencia sexual”, resalta el informe “Embarazo infantil y adolescente en Colombia”, presentado por el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana.
Este fenómeno está afectando de forma particular a las niñas de zonas rurales, pues, como muestra el informe de la universidad, entre enero y julio de 2022 en las zonas urbanas los nacimientos en niñas entre 10 y 14 años disminuyeron 6,5 %, pero por el contrario en las zonas rurales se presentó un incremento del 11,9 %.
Las causas y consecuencias del embarazo en niñas y jóvenes son cíclicas, pues, como lo explica un informe de Unicef sobre matrimonios infantiles y las uniones tempranas en Colombia, los contextos con barreras para acceder a educación y establecer un proyecto de vida para las mujeres y niñas promueven las relaciones desiguales y los embarazos a temprana edad; a su vez, esas relaciones se convierten en impedimentos para retornar o intentar acceder a educación.
Dichas relaciones desiguales se ven reflejadas en la edad de los padres. De acuerdo con el DANE, en 2021, la edad promedio del padre de los nacidos vivos de madres entre los 10 a 14 años fue de 20,7 años, y de 23,4 años para madres entre los 15 a 19 años. En el 6,9 % de los nacimientos en los que las madres tenían menos de 15 años los padres eran hombres de más de 30.
📝 Sugerimos: Su idea fue cambiar la vida de las mujeres a través de la educación y lo logró
El informe de la Universidad Javeriana explica que la diferencia amplia de edad supone una posición de desventaja para las niñas y adolescentes en la que se ve mermada su autonomía y poder de decisión. “Ser madre en este tipo de relaciones puede traer impactos considerables sobre las oportunidades y el proyecto de vida de las niñas y adolescentes”, apunta el documento. Aunque las cifras del DANE no lo detallan, también debe considerarse que parte de esos embarazos en niñas fueron producto de abusos sexuales o embarazos no deseados.
“Valiente”
En febrero, Jairem Alejandra Reyes Bravo cumplirá 14 años, y a su corta edad se ha convertido en un referente de Uribia, La Guajira, para impulsar la educación sexual entre los niños y jóvenes de su comunidad.
En 2022 fue parte de la tripulación de niñas y jóvenes que, de la mano de la Fundación She Is, viajaron durante una semana a las instalaciones de la NASA en Estados Unidos. Para participar, las jóvenes debían presentar una propuesta que impactara en sus comunidades, por eso el proyecto de Jairem se venía preparando con antelación.
Desde los 10 años ha formado parte del proyecto “Valiente”, una iniciativa de Profamilia y la Embajada de Canadá que busca concientizar a las niñas y jóvenes sobre sus derechos sexuales y reproductivos, así como promover sus habilidades para participar e incidir en sus entornos.
Durante cinco años, hasta 2024, este proyecto busca impactar a más de 10 mil niños, niñas y jóvenes en los municipios de Aracataca y Pivijay (Magdalena), El Carmen de Atrato y Bahía Solano (Chocó), Caloto y Miranda (Cauca) y Dibulla y Uribia (La Guajira), zonas de alta vulnerabilidad, donde los menores se enfrentan a problemáticas como el embarazo y el matrimonio en niñas y adolescentes.
Shirley Pappa, trabajadora social de Profamilia que acompaña el proyecto en Uribia, explica que en la región una de las barreras para promover la educación sexual han sido los entornos tradicionales y religiosos de los indígenas en los que todavía es un tabú abordar el tema. “Los asuntos de sexualidad los trabajamos con apoyos lúdicos, con guías que se crean a través de nuestros analistas pedagógicos. Nos enfrentamos a tradiciones y costumbres que pueden llegar a vulnerar a nuestros niños y adolescentes, tenemos colegios religiosos donde hablar de sexualidad es más difícil, ahí tratamos de llegar a acuerdos para poder hablar del tema”, explica.
En su comunidad indígena de Guarrustay, en la zona rural de Uribia, la joven vio la motivación para trabajar en la prevención del embarazo adolescente; “aquí pude identificar la problemática. Muchas jóvenes wayuus están quedando embarazadas a temprana edad, está normalizado como si fuera un deber de ellas”, dice Jairem, y recuerda que en una reunión con compañeras de primaria encontró que muchas de ellas ya tenían hijos.
📰 Le puede interesar: Mamá tiene depresión: la carga del cuidado en la salud mental
En 2021, acompañada por sus profesores y compañeros, Jairem empezó a formular el proyecto “Tú y yo cambiando realidades”, que desde este año se pondrá en marcha en su colegio y en su comunidad wayuu con charlas y la socialización de los derechos de niñas y jóvenes, aunque Jairem hace énfasis en que quiere que sean los niños y jóvenes quienes aporten y participen hasta que hablar de educación sexual deje de ser un tabú.
“Quiero llegar no solo a las niñas, sino también a los niños para pensar en relaciones y maternidades responsables, que piensen en sus derechos y sus proyectos de vida, en cómo ser padres en la niñez vulnera sus derechos y se ven obligados a dejar sus estudios y trabajar”, dice Jairem.
Su madre, Marta Bravo, que la ha acompañado en las etapas del programa de creación de conciencia colectiva, proyección para tomar decisiones informadas que transformen sus realidades y llegar a sus comunidades con propuestas a las problemáticas, señala que se ha sentido beneficiada, pues la educación sexual no había sido un tema presente en su vida.
“A mí me ha servido mucho acompañarla a todas las reuniones que ha tenido en los proyectos que participa; he aprendido mucho de mi hija, a través de ella me he acercado a los temas de educación sexual, porque a mí no me habían hablado del tema mis papás ni nadie”, explica Bravo.
La prevención de violencias basadas en género y la educación sexual integral son dos de los componentes primordiales dentro de la iniciativa “Valiente” que, de acuerdo con Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia, también inciden en la disminución del embarazo infantil y adolescente.
“La educación sexual integral en sexualidad debe ser una prioridad del Gobierno, con una perspectiva especial en comunidades indígenas, afrodescendientes y migrantes. Como país no podemos seguir mirando en otra dirección”, pide Royo, y agrega que estos son conocimientos básicos que necesitan los menores para identificar las violencias de género y sexuales a las que pueden estar expuestos, identificar las situaciones de riesgo que viven y darles herramientas para poder contarlo y activar una ruta de atención.
El Índice Welbin, desarrollado por el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana en conjunto con la organización Welbin Colombia, que brinda información sobre el bienestar escolar en Colombia, evidencia la necesidad de priorizar la educación sexual en el país. En 2022, este índice determinó que solo el 16 % de 1.556 colegios oficiales y privados encuestados consideraban la sexualidad y el género como la prioridad número uno en materia de bienestar.
Además, de acuerdo con el informe, solo el 15 % de los colegios consultados brindan información sobre el acceso a anticonceptivos y apenas el 19 % de colegios han formado a sus docentes en los últimos dos años en la prevención del embarazo adolescente.
En este mismo camino, en un intento por identificar el conocimiento de los jóvenes sobre las enfermedades de transmisión sexual, la Fundación Antioqueña de Infectología y la Mesa Conjunta del VIH Colombia adelantan la investigación “Conocimientos, actitudes y prácticas (CAP) acerca de infecciones de transmisión sexual (ITS) en adolescentes escolarizados de Colombia”.
La investigación es liderada por Juan Carlos Cataño Correa, médico infectólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, y busca definir un perfil epidemiológico que permita determinar cómo los jóvenes entre el grado décimo y el primer semestre universitario están enfrentando los riesgos de adquirir las diferentes ITS, con base en sus conocimientos y experiencias frente a este tipo de enfermedades. Con cerca de siete mil encuestas anónimas, el estudio buscará presentar una hoja de ruta y un plan de intervención a mediano plazo con el fin de, a través de la educación sexual, evitar la adquisición de alguna enfermedad de transmisión sexual en esta población.
“Los hogares deben ser espacios de seguridad y el punto inicial de formación en educación sexual, que luego se complementa con proyectos como “Valiente” y con el trabajo de los colegios y universidades. Preocupa que sigan siendo espacios de riesgo, que se estén presentando tantos casos de violencia basada en género, aumento de embarazos infantiles y adolescentes y contagios de enfermedades de transmisión sexual en niños y niñas. Necesitamos educación sexual integral para mitigar estas problemáticas”, concluye Royo.